En muchas ocasiones, algunos de
mis profesores, me han insistido en que no fuera tan crítica y subjetiva con la
Iglesia (en general con todas las religiones). Sin embargo, no es que no crea
en “Dios”, creo en algo; es decir, creo en que “algo” tiene que existir después
de la muerte. Mi negativa hacia esta institución recae en los supuestos representante de Dios en la Tierra.
Es
cierto que, desde siempre, la Iglesia ha ayudado en gran medida a los menos
afortunados proporcionándoles un hogar, comida, ropa… pero ¿a cambio de qué? Detrás
de toda esa “bondad” se esconde una gran nube negra que delimita nuestra
mirada.
Otra
de las cuestiones que entorpece a la educación es la visión que tiene la
Iglesia con respecto las labores que deben de realizar hombres y mujeres. Para
ella, los hombres son el sustentador de la familia y la mujer la que mantiene
unida a la familia. Pero de ser así ¿cuándo podrá la mujer independizarse? Es
cierto que la Iglesia no se opone a la educación del género femenino pero al
tener esta visión domestica con respecto a ellas, les obliga a tomar este único
camino.
Por
otra parte el Estado, al declararse católico, desde hace años ha imperado esta
conducta en el país. Sin embargo, y gracias a continuas luchas de muchas
feministas, hemos ido evolucionando a un mundo un poco más igualitario. Aunque,
en mi opinión, todavía queda muchos años de lucha contra este pensamiento tan arcaico.
A
través de una educación igualitaria se podrá llegar a un mundo más justo e
imparcial para todos. Sin diferencias de raza, sexo, edad, etnia… todos somos
iguales y por lo cual todos tenemos que ser tratados con igualdad. Termino esta
entrada con una frase que la resume muy bien:
Cita de Miguel Rojas Sánchez |
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